¿Desconectarme en vacaciones? No, gracias...

sábado, 5 de marzo de 2011 Alvaro Díaz 0 Comments

Adictos al trabajo, perfeccionistas en exceso o víctimas de empresas exigentes. Los argumentos sobran para justificar este estilo de vida que, según los especialistas, es nefasto para la salud. A continuación, las claves para desligarse.

Autor: Daniela Arce

El ritmo acelerado de los negocios y la vida, hacen que algunos miren extrañados cuando un ejecutivo advierte que no llevará su BlackBerry ni responderá correos electrónicos cuando salga de vacaciones. Al parecer esta práctica, tan propia de los que desean aislarse del mundo y, de paso, de sus labores de oficina, es vista con desconcierto por parte de las compañías y de los mismos pares.

Ser algo así como el perfeccionista del equipo es actualmente un sello de buen empleado. Por ello, ha proliferado un número no menor de ejecutivos que resuelve sus problemas pendientes al salir de vacaciones o incluso continúa supervisando las labores de sus trabajadores mediante llamados o correos.

¿Le parece familiar? Si usted está libre y está leyendo este artículo, probablemente se encuentra dentro de ese grupo de ejecutivos que no puede dejar de lado sus asuntos laborales.

Los especialistas aclaran que estos son sólo los primeros indicios de una sobrecarga de trabajo, que puede llegar a desencadenar una adicción al trabajo o también estrés. Ya sea en la primera fase o cuando se comienzan a sentir síntomas de cansancio, se puede producir un grave daño físico y psicológico.

Por lo tanto, en ningún caso sería un hábito aconsejable y, es más, lo ideal es tomar conciencia y hacer un alto.

“Probablemente permita cierto éxito económico. Lo malo es que las personas que trabajan descontroladamente para conseguir dinero y tener cosas, en el proceso pierden la capacidad de disfrutarlas. Probablemente tengan una TV que cubra toda la pared pero no se den el tiempo de mirarla”, explica Marion Schulmeyer, jefa de la carrera de psicología en la Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra (UPSA), en Bolivia.

Esa falta de tiempo e incapacidad para advertir este problema, con la intención de darle énfasis a la carrera profesional, da las pistas para entender que los principales culpables son los mismos trabajadores.

Incapacidad para dejar de controlar, sentimiento de que se pierde tiempo si se realiza una actividad recreativa o el tener una adicción al trabajo, pueden ser las principales causas.

Aquellos que son más perfeccionistas o presentan una necesidad excesiva de controlar, pueden ser proclives a padecer esta incapacidad de desconectarse.

“De alguna manera quienes tienen esta característica no pueden 'soltar', sienten que durante un tiempo no están en control de lo que hacen. Les produce pavor perder control y por eso no paran. Estas personas suelen ser adictos al trabajo, no sólo a la bolsa, por ejemplo”, dice Viviola Gómez, profesora del Departamento de Psicología, Facultad de Ciencias Sociales de la colombiana Uniandes.

Mientras los perfeccionistas invierten más esfuerzo y tiempo del necesario para realizar una tarea, existen quienes posiblemente estén atrapados por la vorágine competitiva de la actualidad. "Todos ellos han perdido el balance en sus vidas. No está mal ser trabajador, pero si uno no puede desconectarse, probablemente sea un trabajo adicto sin saberlo”, dice Schulmeyer.

Pero sentir que se pierde el tiempo es otra de las creencias de esta clase de personas, que les hace pensar que está bien caer en una rutina enfermiza. “Los empleados pueden tener la idea de que descansar, desconectarse, es una forma de perder el tiempo. Creen que las únicas actividades valiosas son aquellas que producen dinero y no reconocen que descansar es una inversión”, aclara Gómez.

El jefe perfeccionista

Si bien los principales culpables son los mismos trabajadores, las empresas también hacen los suyo. Todo comienza desde el jefe y se expande hasta los sistemas de trabajo que implementan las compañías, donde se obliga a estar cien por ciento conectado.

Exigir a los trabajadores proactividad, puntualidad y capacidad de organización, es parte del trabajo de un jefe. Sin embargo, cuando esa demanda se transforma en obligarlos a quedarse más horas en la oficina o citarlos horas antes de su inicio de jornada para coordinar reuniones, es visto por los expertos como una conducta errónea.

Se trata del jefe perfeccionista que exige tanto a los demás como a sí mismo, una actitud que a largo plazo sólo generará conflictos en el equipo. No tanto porque el equipo le dé problemas, sino porque el rendimiento se ve perjudicado.

Algo que también puede afectar a las empresas, las que buscan proactividad. Un ejemplo son las compañías que trabajan con un estilo 24x7- en que se trabaja los siete días de la semana durante las 24 horas-. Aunque en varios casos existen turnos, el estilo de vida termina afectándolos en todos los planos de la vida.

Este estilo puede ser efectivo uno, dos o tres meses pero sostener esto en el tiempo genera un agote y afecta el desempeño. Esto puede tener consecuencias personales, porque influye en las relaciones familiares, y laborales porque afecta el desempeño”, dice Elisa Ansoleaga, investigadora del Programa de Estudios Psicosociales del Trabajo, de la chilena Universidad Diego Portales.

Las claves para funcionar

“Quien descansa, puede rendir más y mejor; quien descansa puede desarrollarse mejor como persona y por tanto hace mejores negocios y trata mejor a sus clientes; quien descansa recarga energías para poder concentrarse, pensar mejor, lo que redunda en mejor calidad de trabajo. Sin embargo, quienes nos descansan no saben esto o no lo creen y por eso 'no se dan el lujo de perder tiempo'”, asegura Ansoleaga.

Por ello, hay que tomar las medidas para evitar terminar como un adicto al trabajo. Y para ellos, recomienda, hay que tener presente cuatro medidas.

Una de las principales acciones, es olvidarse de tomar todos los días disponibles para vacaciones de una vez y optar por parcelarlos. Es lo mismo que cuando se está oficina: es mejor tomar varias pausas de sólo minutos durante el día que hacer salir las dos horas permitidas, por ejemplo.

“Hay que reconocer que la desconexión gradual se produce entre tres días y una semana. No se puede esperar que el día uno haya desconexión, porque se van dando cambios de a poco, como en los horarios de acostarse y levantarse. Todo eso ayuda, pero una semana no es suficiente para reponerse de un trabajo de un año” , dice Ansoleaga.

Es conveniente cerrar todo acuerdo y dejar acabada cualquier tarea antes de irse de vacaciones, de lo contrario se puede estar en medio de un resort resolviendo un asunto de trabajo. También hay que evitar planear actividades durante el tiempo libre, mientras más espontáneas sean mejor. Asimismo, dejar de lado todo aparato electrónico que pudiera conectar con el mundo laboral. Un consejo práctico es configurar el correo electrónico advirtiendo que se encuentra fuera de la oficina o para que le se remitan a otra persona.

¿Incapaz de desconectarse?

Pero cómo saber si es parte de ese grupo de persona que no sabe hacer un paréntesis. Schulmeyer entrega una pauta para identificarlo.

- Se lleva el trabajo consigo durante el fin de semana.
- No puede evitar contestar e-mails aunque esté en una cena familiar o con amigos.
- El tiempo que dedica a sus hijos, pareja o familia es marginal.
- Se olvida de fechas familiares importantes.
- Siente un deseo compulsivo por trabajar.
- Tiene dificultad para relajarse.
- No equilibra su estado físico, mental, espiritual y emocional.
- Se define por lo que hace, no por lo que es.

Por ende, ya sea culpa de la tecnología o debido a la rutina a la que están acostumbrados los ejecutivos, nadie apoya la sobrecarga de trabajo. El hacerlo dentro de las paredes de la oficina está bien, con ciertos límites coinciden los especialistas, pero no así fuera de ésta.

Tomado de AmericaEconomia .

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